miércoles, 17 de agosto de 2011

Publicidad engañosa

Cuando el hombre que caminaba desnudo y con zapatillas de deporte pasó por delante de la base militar de Zaragoza, todos se extrañaron. El cabo Jimenez incluso llamó a su capitán para preguntarle si eso era normal. El soldado Jimenez era nuevo, y no sabía como actuar. Lógico es también que el capitán lo mandase a tomar por saco.
Cuando el hombre que caminaba desnudo y con zapatillas pasó por delante de una parada de autobús, todos los abuelos que había ahí se escandalizaron, todos menos una señora que se quitó la dentadura y le saco la lengua a lo Gurruchaga.
Cuando el hombre que caminaba desnudo y con zapatillas pasó por una ferretería el dueño del establecimiento salió para preguntarle si quería una sartén, "para cubrir tus partes, que además por lo visto debe hacer mucho frío hoy". Estoicamente lo rechazó, y siguió su camino.
Y finalmente el hombre que caminaba desnudo y con zapatillas llegó a su destino. Entró en Decathlon ante la estupefacta mirada de todos, cogió una bicicleta, su respectivo casco, un saco de boxeo, una barca inflable y unas gafas muy molonas que vio a última hora y se fue directo a pagar.

- Seran 2455.98, por favor
- ¡¿Qué!? ¡Menudo timo! ¡Encima que vengo expresamente así por la oferta que había!
- ¿Oferta? ¿A que se refiere, señor?
- ¡Pues a esa de vuestra publicidad! "50% de descuento en pelotas y zapatillas"

martes, 2 de agosto de 2011

Viaje al más allá

- ¡Rápido, doctor, que se despierta!
- ¡¿Qué?! ¡Vuelva a ponerle la anestesia!

Esas fueron las últimas palabras que oyó Isidra antes de notar como una capa de cansancio la envolvía hasta darse por vencida.

- Hola Isidra, ¿que tal todo?
- ¿Um? Bien, creo. ¿Que tal salió la operación, doctor?
- Sí, veras... de eso quería hablarte. No quiero que te asustes pero... bueno, mejor abre los ojos

Cuando lo hizo vio lo más hermoso que ha existido nunca. Ante ella se extendía el gran firmamento del universo. Estrellas, millones de ellas, grandes, pequeñas, medianas, hasta una con gracioso pezón luminoso poblaban todo hasta donde le alcanzaba la vista.

- ¿Estoy... estoy muerta?
- Sí, fue un trágico accidente, pero no quiero que te preocupes porque aquí todo es hermoso.
- Pues parece que esté en Lluvia de estrellas...
- Ya ves, es lo que tiene el presupuesto. Por cierto, ¿que sientes?
- Ganas de tomar un café. ¿Hay aquí?
- Claro, tenemos a un gran cafetero. Al pobre lo mató un cappuccino rencoroso.
- Ah, genial, entonces creo que me puedo acostumbrar a esto- dijo mientras se iba de la mano de una figura encapuchada con una gran sonrisa permanente en la cara.