jueves, 15 de marzo de 2012

El pececillo multicolor


Finegan tenía un talento especial. Generalmente era muy tímido, pero cuando se fumaba su cigarrillo mensual de la risa no conocía madre. Se teletransportaba a un universo acuático en el cual montones de peces le perseguían sin descanso para intentar desovar en él. Siempre lograba escapar y esconderse en la taberna “El piratilla cojo”, único lugar a estos lares del oceanoverso que era seguro para los pececillos multicolores como él. Ahí siempre se encontraba con Rudemerio, un simpático rapé bizco y borrachín. Charlaban durante horas, jugaban y reían como condenados, hasta que Finegan perdía su superpoder y volvía a la no

rmalidad, cubierto de babas y desnudo en un antro de mala muerte. Entonces, como cada mes, volvía a casa y escribía en su diario todo el relato de su viaje.
“Querido diario, otra vez me he despertado en Chueca. Creo que tengo un problema”