Cuando todo falla, solo queda emigar, o intentarlo al menos.
Esa es la premisa de estas cinco personas, que hartas de no encontrar trabajo en España han decidido a hacer las maletas y buscar suerte en Francia. En este blog nos relatarán sus historias, todas las cosas que les van sucediendo y como preparan su viaje (con no pocas situaciones absurdas).
Buscando en el caos
Sabanas y libros
El blog que lee Stephen King cuando se emborracha
martes, 12 de junio de 2012
viernes, 13 de abril de 2012
jueves, 15 de marzo de 2012
El pececillo multicolor
Finegan tenía un talento especial. Generalmente era muy tímido, pero cuando se fumaba su cigarrillo mensual de la risa no conocía madre. Se teletransportaba a un universo acuático en el cual montones de peces le perseguían sin descanso para intentar desovar en él. Siempre lograba escapar y esconderse en la taberna “El piratilla cojo”, único lugar a estos lares del oceanoverso que era seguro para los pececillos multicolores como él. Ahí siempre se encontraba con Rudemerio, un simpático rapé bizco y borrachín. Charlaban durante horas, jugaban y reían como condenados, hasta que Finegan perdía su superpoder y volvía a la no
rmalidad, cubierto de babas y desnudo en un antro de mala muerte. Entonces, como cada mes, volvía a casa y escribía en su diario todo el relato de su viaje.
“Querido diario, otra vez me he despertado en Chueca. Creo que tengo un problema”
sábado, 25 de febrero de 2012
La venganza de las zanahorias
Corría corría y corría, pero no podía escapar. Don Bigotitos, conejo criado según las tradiciones budistas por parte de madre sabía que tarde o temprano este momento iba a llegar. Esperaba que fuese un cazador, o al menos un águila con un mal día, pero ya se sabe que uno no puede elegir su final, lo que no quita para que intentase evitarlo.
Saltaba troncos, esquivaba árboles y sorteaba cagaditas de ovejas, pero Empinado, la temible zanahoria no cesaba en su empeño, hasta que lo alcanzó. Cerró los ojos para no verlo, y por puro instinto comenzó a gritar
- ¡No quiero zanahoria, no quiero zanahoria!
- ¿Cariño, estas bien?
- ¿Eh? Uf, que alivio, fue solo un sueño. Menudas pesadillas más raras tengo cuando me duermo justo después de hacerlo...
sábado, 28 de enero de 2012
La religion fantastica
- ¿Papá, existen los hipogrifos?
- Claro que no, eso son solo invenciones de gente muy antigua. Y ahora calla que llegamos tarde a misa
miércoles, 11 de enero de 2012
Más subidas
- ¡Oh, dios mio, ¿que es eso?!
- ¿Es un pájaro?
- ¿Es un avión?
- ¡No! ¡Son los impuestos de Rajoy!
martes, 20 de diciembre de 2011
Los delfines deprimidos
Los delfines ya no querían seguir viviendo.
Estaban tristes, muy tristes, por la desaparación de Abela la morena, la primera dama del club delfinesco de Irún.
Era una gran señora, o delfina mejor dicho.
Siempre amable, muy graciosa, y con los pobres generosa.
Una fea damisela, cierto, pero no todo iba a ser bonito,
al igual que los bebés no siempre son cabritos.
Como iba diciendo, los delfines estaban depres.
No comian, no saltaban,
¡si ni siquiera buceaban!
Ahí se pasaban todo el día,
flotando en la orilla,
a la dura y larga espera
de que un alma caritativa
los cociera a la salmuera.
¡Que dichos serian!
si para algo más sirvieran
que para dar brincos en la marea
y divertir a niños de feria
Dios, como lo ansiaban,
igual que un vampiro el día
ver por fin a Abela
o cocerse en salmuera
Poco les importaba
porque como ya dije anteriormente:
¡que depres estan los delfines,
que ni piensan cabalmente!
Ignacio Claver, destroza poesias nivel amateur
Estaban tristes, muy tristes, por la desaparación de Abela la morena, la primera dama del club delfinesco de Irún.
Era una gran señora, o delfina mejor dicho.
Siempre amable, muy graciosa, y con los pobres generosa.
Una fea damisela, cierto, pero no todo iba a ser bonito,
al igual que los bebés no siempre son cabritos.
Como iba diciendo, los delfines estaban depres.
No comian, no saltaban,
¡si ni siquiera buceaban!
Ahí se pasaban todo el día,
flotando en la orilla,
a la dura y larga espera
de que un alma caritativa
los cociera a la salmuera.
¡Que dichos serian!
si para algo más sirvieran
que para dar brincos en la marea
y divertir a niños de feria
Dios, como lo ansiaban,
igual que un vampiro el día
ver por fin a Abela
o cocerse en salmuera
Poco les importaba
porque como ya dije anteriormente:
¡que depres estan los delfines,
que ni piensan cabalmente!
Ignacio Claver, destroza poesias nivel amateur
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