Corría corría y corría, pero no podía escapar. Don Bigotitos, conejo criado según las tradiciones budistas por parte de madre sabía que tarde o temprano este momento iba a llegar. Esperaba que fuese un cazador, o al menos un águila con un mal día, pero ya se sabe que uno no puede elegir su final, lo que no quita para que intentase evitarlo.
Saltaba troncos, esquivaba árboles y sorteaba cagaditas de ovejas, pero Empinado, la temible zanahoria no cesaba en su empeño, hasta que lo alcanzó. Cerró los ojos para no verlo, y por puro instinto comenzó a gritar
- ¡No quiero zanahoria, no quiero zanahoria!
- ¿Cariño, estas bien?
- ¿Eh? Uf, que alivio, fue solo un sueño. Menudas pesadillas más raras tengo cuando me duermo justo después de hacerlo...