La Muerte no dejaba de mirar su reloj mientras corría desesperadamente por la quinta avenida. Entró en la estación como un rayo y sacó su billete. Pasó de coger las vueltas (y eso que era un billete de cincuenta) y pies para que os quiero llegó al anden justo a tiempo para verlo partir.
- ¡Mierda! - maldijo - otra vez he perdido el tren de la vida.
Y esa es la historia de porque todos los trenes de la Renfe salen tarde a partir de entonces. Cualquiera vuelve a cabrearla...
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