Un día el abogado unicejuno tuvo una brillante idea: Subir los atributos que le tenían que pagar las gentes de su territorio, que para algo eran sus plebeyos y les podía exigir lo que quisiera. Los pobres aldeanos, al principio muy cabreados y luego impotentes al ver que se habían pasado sus quejas por el forro, no les quedó otro remedio que agachar la cabeza.
Todos creyeron que así la situación, mas temprano que tarde, se acabaría arreglando. Hasta el ser unicejuno que gobernaba lo creía.
Pero un día como otro cualquiera, cuando la calma surgía en los hogares al abandonarlos sus dueños para irse a trabajar, un malvado ogro de pelo cano, papada prominente y corbata aprieta gaznates colocada en su cuello que ayudaba a regir la aldea dejó caer la bomba: quería seguir aumentando los tributos que la gente debía pagarles a los jefes del lugar. Sus motivos eran que seguían necesitando dinero y que en los demás poblados pagaban aún más que ellos. Lo que se le olvidó mencionar es que los extranjeros también tenían más bienes para dar.
Y así estalló la revolución que llevó a la guerra civil, donde se dieron ostias como panes.
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En resumen, que no digáis que volveréis a subir los impuestos porque debemos pagar lo mismo que el resto de la Unión Europea, porque ellos también tienen un salario mínimo mucho mayor. Gustoso estaría de ponerme al nivel de toda la comunidad europea, pero si igualáis todo. No solo lo que tenemos que pagar nosotros, sino también lo que hemos de cobrar. Cabrones
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