Era San Valentín y yo quería sorprender a la chica con la que estaba saliendo (esa risita que acabas de soltar sobraba, me ha ofendido). No tenía ni idea de que regalarle, que comprarle, que hacerle -bueno, que hacerle sí, pero para llegar a eso me lo tendría que currar - y como cada vez estaba más cerca la fecha, el día D para los militares, recurrí a la fuente de sabiduría, al manantial de conocimiento, a la caja negra de los consejos. Internet.
Mala idea. Empecé a buscar y rebuscar, a entrar en páginas y que me aconsejaran, y nada. Vaya mierda de fuente de sabiduría... Así que como ya he hecho otras veces, improvisé. E improvisé bien romanticamente.
Organicé una cena intima en mi casa, velitas rojas, poca luz -sobre todo si no eres agraciado físicamente-, música armoniosa y una cena romántica.
Llegó la hora cero.
Afeitado, aseado, perfumado y vestido - que tengo entendido que eso es importante- le abrí la puerta de mi casa. Cuando entró le quité el abrigo, la hice pasar y ¡tachan! toma romanticismo.
Pero mis sorpresas no acabaron ahí - más tarde comprendí que tendrían que haber acabado ahí, pero de los errores se aprende-, sino que aún me guardaba dos detalles bajo la manga, dos momentos tan románticos y empalagosos que harían vomitar al propio Winnie the Pooh.
Me puse de rodillas, le cogí la mano y con mi mirada serena, apuntando a sus ojos, me humedecí los labios y recité el poema que había escrito hacía tan solo una hora:
Yo por ti me hice poeta,
y aunque nunca escribí el quijote,
bájame la bragueta
y cómeme tol cipote
Seguidamente y antes de que pudiera reaccionar, pues misteriosamente se había quedado en shok, me puse en pie con un movimiento digno de un atleta y a lo Hulk Hogan me desabroche la camisa, dejando mi torso moldeado en el gimnasio y previamente depilado a su vista, con un dibujo hecho como solo el amor puede hacer. Este, concretamente
Y bueno, para que decir más. Me pidió un tiempo y yo se lo concedí, naturalmente, pues mi muestra de amor fue sin duda impresionante y la dejó conmovida. Y así hasta ahora, que estoy empezando a sospechar que ya no fue tan buena idea hacerlo, por eso de que hace más de tres meses que no hablamos. Siempre me han dicho que a mi el romanticismo me pierde. Y con razón.
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