martes, 4 de mayo de 2010

El gol del año

En agosto a Eduardo (un amiguillo que ya ireis conociendo) y a mi nos dio la venada (una de muchas) y nos apuntamos a un club de fútbol que se acababa de crear. La verdad no albergaba esperanzas de ser titular, y como tantas otras veces, acerté. Estaba tanto de suplente que casi me hago banquero, una cosa que para que.

Eso sí, las veces que jugaba era lateral izquierdo, que para los no entendidos se puede resumir en un subir y bajar por la banda que acababa como un perrete, con la lengua afuera y a cuatro patas.

Pero avanzaba la liga, yo cada día jugaba menos, y empezábamos a escalar posiciones en la clasificación (¿tendría algo que ver mi suplencia?) hasta el extremo de que tan solo faltaban cinco jornadas y eramos lideres absolutos. Nos daban la liga por ganada, pero, ¡oh, desgracia divina!, se lesionaron cuatro titulares, y empezamos a sufrir cosa mala los cuatro siguientes partidos, todos con derrota más bien vergonzosa.

Resumiendo, de vernos lideres y practicamente campeones, habíamos pasado a estar empatados a puntos con el segundo y, casualidades de la vida, o del organizador que ya previó esto, la última jornada nos tocaba contra ellos.

Estábamos que nos comíamos las uñas de las manos. Obviamente la de los pies no, llevábamos botas y medias. Y llegó el día.

Nosotros, con cuatro cracks lesionados. Ellos, con una cara de mala hostia impresionante. Hasta reventaron dos balones en el entrenamiento, no digo más.

Comienza el partido.

Había treinta espectadores más el gato del entrenador rival. Gritaban sin parar, el gato maullaba, empezaba a llover y la cosa estaba a punto. Cuarenta y cinco minutos después perdíamos 0-2. Menos mal que en la segunda parte logramos empatar, y llegamos al minuto 89 con 2-2 en el marcador. Todo indicaría que iríamos a prorroga, los jugadores estaban reventados, exhaustos, no podían más. De repente a un rival le dio la venada. Tenia el balón Rique, el lateral izquierdo, y se lanzó a por él. En la vida he visto a un tío dar tantas volteretas en el aire. Menuda tarrascada le metió. El campo quedó en silencio mientras oíamos un hueso romperse.

-¡Mierda!, se ha roto. ¡Ignacio! Preparate que entras
- ¿Esta seguro, mister?
- Sí
- ¿Pero seguro, seguro?
- Sí
- Mira que vamos empate...
- ¡¡¡Entra joder!!!

Entré. No lo podía creer. Por fin volvía a jugar. Estaba extasiado. Saqué la falta y subí al medio campo para desmarcarme.

Y veo que se me acerca un balón. Ostia, ¿eso que es? pensé. Claro, tanto sin jugar pierdes la costumbre... Lo controlé con el pecho, lo baje y levanté la cabeza. Faltaban tan solo dos minutos, los del descuento, y se me acercaban cuatro rivales con cara de querer romperme algo.

No se como lo hice. Nunca había sentido nada igual. Un calor recorrió cada parte de mi cuerpo, se me encendió un brillo en la mirada, y conforme me iban rodeando los iba mareando. Daba la media vuelta, recortaba, elevaba el balón al muslo, volvía a controlarlo, daba toquecitos... Y todo esto sin moverme apenas del circulo central. Los compañeros me gritaban que la pasara, el entrenador algo de mis muertos, el gato arañaba el banquillo, y entonces lo vi. El portero estaba muy adelantado. Respire profundamente, cargué la pierna y chuté.

Se oyó un ¡ohhhhh! mientras el balón subía cual espuma de cerveza. Y caía, caía a una velocidad tremenda. El portero empezaba a recular, pero ya era tarde. Entró totalmente limpia. Y se hizo el sonido.

Mis compañeros me miraban raro. Eso lo noté. Los rivales me vinieron a dar un abrazo, y allí ya sospeche que pasaba algo extraño. En cuanto vi que el mister empezaba a echar espuma por la boca caí en la cuenta.

¡Con tanto regate y tanta vuelta me había liado y acababa de marcar en propia puerta!

Recuerdo que en la vida he corrido tanto como ese día. El portero me perseguía gritando algo, alzando las manos y pegando puñetazos al aire, los suplentes me lanzaba sus botas cuando pasé ante ellos, los rivales por el suelo escojonandose, el mister intentando darme con las pelotas que tenia a mano... Hasta el puto gato me encorría. Y esa es mi historia. Creí que todos se habían olvidado de ella, pero al llegar la prensa hoy...

¡En primera plana de deportes! Una foto con mi careto y arriba el titular:
Idiota fastidia partido decisivo

Omitiré los insultos de la crónica. Y lo peor, ninguno del equipo me coje el teléfono, y ahora ya no se si me han echado o preparan una venganza dolorosa. Tengo miedo, ¡¡¡ayuda!!!

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